La vida transcurría
con cada taza de café y ya no estabas tú. Así que con la poca de decisión que
me quedaba y con el poco valor en el corazón que tenía Intentaba escribir cada
mañana una historia nueva, fingía una sonrisa para que tu ausencia no doliera más, aunque era un
esfuerzo inútil, cada noche dormía y moría
por estar con ella a su lado por solo verle respirar y sonreír, cada palabra,
cada sonrisa y cada lagrima dolían más entonces; las madrugadas se hacían eternas sin sonrisas,
madrugadas sumergidas entre aburridos libros de programación, con cada vuelta
de página se hacía inminente que no podía ocultar cuanto te extrañaba y cuanto
maldecía cada uno de mis errores, y con el arrepentimiento nocturno agarraba mi
corazón a dos manos y lo dejaba morir lentamente ahogándolo entre aquel barato
licor, para seguir disimulando que ya no te amaba cada mañana.
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