viernes, 7 de septiembre de 2012

Madrugada.



La vida transcurría con cada taza de café y ya no estabas tú. Así que con la poca de decisión que me quedaba y con el poco valor en el corazón que tenía Intentaba escribir cada mañana una historia nueva, fingía una sonrisa para que tu  ausencia no doliera más, aunque era un esfuerzo inútil, cada  noche dormía y moría por estar con ella a su lado por solo verle respirar y sonreír, cada palabra, cada sonrisa y cada lagrima dolían más entonces;  las madrugadas se hacían eternas sin sonrisas, madrugadas sumergidas entre aburridos libros de programación, con cada vuelta de página se hacía inminente que no podía ocultar cuanto te extrañaba y cuanto maldecía cada uno de mis errores, y con el arrepentimiento nocturno agarraba mi corazón a dos manos y lo dejaba morir lentamente ahogándolo entre aquel barato licor, para seguir disimulando que ya no te amaba cada mañana.

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